- ¿De donde eres? Porque es evidente que no eres de aquí- sonrió con una bonita sonrisa que me era realmente familiar, aunque no me paré a darle muchas vueltas, ya que como Abby decía el alcohol de los últimos años habían matado muchas neuronas.
- De Boston, pero hace unos años vivo en Nueva York- contesté mientras removía el espeso capuchino.
- Vaya… ¿Nueva York? ¿Y que te trae por Barcelona?
- Los preparativos de boda de unos amigos.
- ¡Así que una casamentera, eh!- reímos.
- Algo así-sonreí- ¿Qué me puedes contar de ti, Marc?
- Pueees… ¿Qué quieres saber de mi, Elizabeth?
- ¿Dónde trabajas?
- Ehm… Marketing.
- ¿En serio? ¡yo también!
- ¿Si?- gesticuló sorprendido.
- Si, y… ¿sueles hacer esto?- levantó una ceja extrañado- Me refiero a lo de invitar a tomar un café a la primera chica que se tropieza contigo.
- Se puede decir que soy bastante torpe… con chicas como tú- guiñó un ojo.
- Lo tomo como un cumplido- sonreí satisfactoriamente.
Aquello terminó de confirmarme lo que pensaba, uno más, otro polvo más. Españoles, americanos, ingleses, alemanes… todos iguales. No me apetecía un polvo más, busqué una excusa para irme de allí.
- Se hace tarde, mi amiga tiene que estar buscándome.
- ¿Ya te has cansado de mí?- Si. Más le valía cerrar la boca a la hora de ligar.
Me limité a no contestar y esbozar una sonrisa por su acertada deducción.
- No, lo que pasa es que se ha hecho tarde.
- ¿En que hotel estás?- sacó las llaves de lo que parecían del coche de su bolsillo.
- No lo sé- mentí, ¡qué pesado! ¡quien me mandaba a mi irme con extraños!
El móvil comenzó a sonar y supuse que sería Abby una vez más.
Llamada entrante: Fernando
Un dilema interno se batió en aquel momento en mi cabeza.
- Te… están llamando.
Que les jodan.
- ¿Sabes? Creo que no es tan tarde, ¿te apetece dar una vuelta?
- Bueno, tenía un compromiso pero…
- ¿Con tu novia?- debía serlo por muy pesado que fuera hombres como él físicamente solteros o estaban ocupados o eran gays.
- Ehm… no- sonrió.
Cogí mi bolso y mi chaqueta.
- ¿Dónde vamos?- pregunté inquieta. No me apetecía quedarme allí más tiempo, estaba en un radio cercano al estadio y tanto F como Abby podían estar buscándome. Marc sonrió desconcertado.
- …¿A mi apartamento?
- Nos conocemos menos de tres horas y ¿ya al apartamento? ¡los hombres sois todos iguales!
- Lo suelen decir- rió- mi coche está cerca de aquí, vamos.
Tras caballerosamente pagar la cuenta, salimos de allí y esperando un coche correspondiente a un salario normal o al menos esperado por le momento económico del que tanto hablaba Sergy que ocurría en España, me encontré con un Aston Martin Vanquish plateado, y que desde luego su mantenimiento requería un sueldo bastante elevado.
- Guau- exclamé- Pues para estar España en crisis os mantenéis muy bien, ¿no?
- Bueno… un capricho- dijo con gran arrogancia.
Llegamos a un barrio del que tampoco lucía nada mal y su apartamento diseñado con delicadas maderas y con lo último en tecnología mostraba la vida que llevaría Marc.
- ¿Quieres?- preguntó alzando la botella de whiskey que había entre muchas más de su mueble bar.
- Con hielo.
Pasó el tiempo y a lo largo de la primera media hora el móvil no paraba de sonar con llamadas de F, Abby o Sergy.
Comenzamos a beber, recuerdo que conseguimos vaciar dos botellas de whiskey y una de J&B. Nos contamos anécdotas humillantes, cosas una del otro, o por lo menos yo, no recuerdo apenas nada que el dijera, pero no faltó risas estúpidas y algún que otro roce.
Se levantó a por la cuarta botella mientras me hablaba de no se qué cuando el vaso que sostenía entre mis dedos cayó al suelo desparramando el poco whiskey que quedaba sobre la alfombra que había junto al sofá donde me hallaba recostada.
- Ups- reí tontamente.
- Vaya, vaya… ¿Así que te ries de mi y luego me intentas destrozar la alfombra, eh!?- recriminó picarescamente mientras se acercaba al sofá.
- ¿Acaso lo dudas?
Se sentó en el sofá de rodillas y comenzó a echarse sobre mí hasta el punto que pude notar su respiración y también su- pero no peor- aliento a alcohol. Comenzó a fijar sus intensos ojos azules, de los cuales me percaté en aquel momento de su color, y a bajar la su barbilla hasta que delicadamente se empezaron a rozar nuestros labios.
- Estimat, Estàs allà?- gritó una voz femenina desde fuera de la puerta.


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