- ¿Qué?- exclamé. Ésta vez si sabía que solo se podía referir a nosotros.
- Que qué coño haces con mi novia, Piqué- repitió más irritado aún, nunca lo había visto de aquella manera, y mucho menos elevando la voz de semejante manera.
Relacioné todo.
Tras ello miré a Marc o Gerard o quien quiera que fuera. Lo observé detenidamente, me maldije una y otra vez por no haberlo reconocido antes… Su rubio cabello del color de las llamaradas del fuego, sus intensos ojos azules tal como el mar azul que estaba frente a nosotros, que tanto le caracterizaron siempre, junto a su elevada altura que seguía haciéndole destacar tal y como lo hacía hace seis años.
Su gesto era inexpresivo. No produjo ningún sonido, ningún movimiento, nada.
No podía creerlo, no cabía dentro de mí, era él.
… Él…
… Después de tanto tiempo.
- ¿¡Gerard!?- exclamé furiosa, como había osado hacerme aquello.
Seguía sin pronunciar palabra.
- ¡Gerard! ¡Contesta de una vez!- le agarré por la camiseta a la altura superior del pecho, y él solo se limitó a girar la cara cobardemente.
- Es él, Eli- afirmó F.
- ¡¡Gerard!!- repetí inútilmente.
Se alejó de mi y se aproximó a la esquina de la azotea sin dejar de observar, el ya no calmado mar.
Bufó y no dejó de acariciar su nuca con una de sus manos.
¿Qué que fue lo siguiente que hizo?
Dirigirse a la puerta y marcharse.
- ¿¡Donde va!?- chillé histérica- ¡Gerard! ¡Marc! ¡Quien coño seas, vuelve!- un portazo terminó con mis gritos.
Se había ido. Una vez más.
F comenzó a acercarse de forma cautelosa hacia mí.
- Eli…- me acerqué a él, descalza y con el corazón en un puño debido a lo que acababa de ocurrir, me abalancé sobre él y le abracé con todas mis fuerzas.
Tras varios minutos abrazados sin decir nada, solo podía oírse las profundas respiraciones del otro y el mar azotar contra las rocas.
- Eli- cubrió mis mejillas como anteriormente ‘él’ había hecho- tienes que creerme, no te he engañado, yo…- metió una de sus manos en el bolsillo de sus oscuros pantalones vaqueros y sacó de él una pequeña caja aterciopelada- Yo te iba a dar esto…
Anonadada me hallé.
Cogí nerviosamente la caja y la abrí.
- F… esto es..- pude observar un anillo de oro blanco que reposaba cuidadosamente en aquella caja, unos diamantes, de los que puedo asegurar que estaban compuestos por varios quilates le terminaban de dar el toque perfecto- precioso- levanté la mirada hacia él.
Él mantenía la mirada fija en el suelo mientras una de sus manos se perdía en su alborotado, pero siempre bonito pelo.
- Intenté expli…- le silencié con un dulce y largo beso.
Consiguió lo que nadie antes habría conseguido, había conseguido que le olvidase.
Acto seguido me cogió por ambas manos.
- Eli… ¿quieres cas..
- ¡Si, si, si, si y si!- grité, chillé. Estaba en puro éxtasis.
- Te quiero- susurró en mi oído mientras nos abrazábamos en aquella azotea de Barcelona.
Me había enamorado de él.


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