lunes, 29 de noviembre de 2010

Capítulo cincuenta y cuatro

- ¿¡Pero qué.. qué haces!?- exclamé. Me retiré de él apartándome apoyando mis manos contra su musculado pecho- ¡estás loco!- exclamé de nuevo sin poder evitar una risa nerviosa.

Todo el mundo comenzó a mirarnos. Algunos suspiraban, otros bufaban y pasaban de largo e inclusos otros nos echaban fotos.

- ¡Tú me has vuelto loco!- sonrió como nunca antes había sonreído y me acercó a él de nuevo y me besó con sus cálidos y tiernos labios.

Alguna gente se entusiasmó tanto que llegó a llorar de la emoción.

Fue… como un cuento de hadas que se les cuenta a las niñas antes de dormir.

- Ven- dijo de repente y me cogió por la muñeca llevándome hacia el arcén de donde el había aparecido.

- ¡Para!- no podía parar de esbozar aquella estúpida risa feliz y nerviosa- ¡estás loco, Cesc!

- ¡Confía en mí! ¿Eres capaz?- me miró fijamente.

- Creo que esa pregunta la respondía hace años- le sonreí de nuevo y le agarré fuertemente la mano.

Y así fuimos de mano de la temeridad por las calles de Barcelona, jugándonos que nos atropellaran o en un, no tan grave caso que nos multaran. Si, la cordura la perdí en el momento en que Barcelona me pudo ver de la mano de Cesc Fàbregas.

Llegamos a hasta un edificio de unas características peculiares, tardé en reconocer que estaba ante, el que tantas veces había estudiado y visto fotos de él, de las miles de veces que Eli me había nombrado, del edificio de La Pedrera de Antonio Gaudí.

De una forma muy cómica y bastante rebuscada, nos introducimos con un grupo de turistas asiáticos en la visita que estaban haciendo, separándonos del grupo al cabo de unos minutos llegamos a una serie de puertas seguida de escaleras hasta que finalmente vislumbramos la luz de nuevo.

- Esto es…

- Precioso, ¿verdad?- completó él- me gusta venir aquí a pensar- hice hincapié para decir algo, pero comenzó a hablar de nuevo- espera- silenció con un dedo de su otra mano que no sujetaba la mía mis labios para dejarle hablar- es hora, que después de mucho tiempo sepas tú algo de mí.

Nos acercamos a junto a un conducto de ventilación donde nos podíamos sentar, el sitio era bastante pequeño así pues, él se sentó y me cogió por la cintura y me sentó sobre sus rodillas.

Sus intensos ojos negros miraban al horizonte, sin ningún punto fijo en especial. Yo, por otra parte me dediqué a observar sus intensos y brillantes ojos negros.

- ¿Sabes? No te digo esto para que me perdones, tampoco para que me veas ahora como un pobre chico, ni mucho menos para parecer una víctima inocente, por que no, no lo soy.

- Cesc…- me atreví a llevar mi dedo hasta su incipiente barba. La toqué, esperaba que fuese áspera y ruda, pero me encontré con la sorpresa que era cálida y suave al igual que los besos de sus labios.

- Mi madre nos abandonó a Carlota y a mi cuando éramos solo unos niños, nos dejó a cargo de mi madre, mi madre al cabo de unos meses se echó a la bebida- bajó la mirada hacia mi mano izquierda que reposaba en mis muslos sin hacer el más mínimo gesto- pasamos meses sin verla, Abner, meses- recalcó.

- Yo… lo sien..

- Mi padre al cabo de 10 años, pidió mi custodia y me llevó a Boston, donde tuve la suerte de conocerte, y me obligaba a que entrenara día tras día.

- ¿Por qué?- exclamé confusa.

- Decía que si no llegaba a ser de los mejores juraría que haría lo posible por arruinar la salud anímica de mi madre.

Boquiabierta, ¿y vosotros?

- Pero Cesc, ¡era su mujer!

- Mi padre siempre ha sido un cabrón, un hijo de puta, un… y lo peor es que yo soy como él- me cogió por la mano y la llevó hasta su mejilla, donde unas milésimas de segundo más tarde pude notar como una silenciosa y pequeña lágrima mojaba una franja de mi mano.

Le abracé, le susurré que estaba allí. Ocurrió todo tan deprisa, tan inesperado. Estábamos en un mundo de loco, pensé.

- ¡CESC!- comenzamos a oír al cabo de un rato cuando volvíamos hacia el camino a la plaça de Catalunya- ¡ES ELLA TU NUEVA NOVIA, CESC?!- salieron de la nada miles de fotógrafos, periodistas, cámaras con apabullantes flashes.

- ¿Capaz?

- Capaz- le cogí por la mano y nos adentramos de nuevo en la cumbre de la temeridad.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Capítulo cincuenta y tres

- No te encontraba, ¿Qué hac…- se quedó callado al acercarse y ver con quien estaba su querida novia.

Lo que faltaba. Ahora no esta estaba Cesc para evitar que de nuevo los impulsos de Gerard generaran más moretones en mis brazos, aunque siendo realistas no creo que en aquel momento fuera a hacerme nada, y menos estando Eli delante.

- ¡Gerard!- exclamó Kristine, de la cual nos sorprendimos todos ya que incluso se levantó a saludarlo. Hace unos años ni hubiera levantado la mirada hacia él.

- ¿¡Kristine!? ¿¡Qué haces aquí!? ¡Cuánto tiempo!- sonrió éste ampliamente. Mientras tanto me dediqué a observar la cara de asco de Nuria, de la cual también se percató Kristine y no sé calló ni un pelo.

- Oye, ¿tu novia es tonta o es que come flores?- le preguntó a Gerard- Si qui-sie-ra fo-llar-me a tu no-vio ya lo ha-bría he-cho- se dirigió a Nuria hablándole de la misma manera que ella antes.

- Voy a pedir, ¿Qué quieres?- preguntó la teñida, sin antes no gesticular una cara de odio-asco.

- Cerveza-respondió Piqué.

Ella asintió y se fue.

Tras irse, nadie dijo nada, a lo que a Kristine le extraño bastante, solo había que ver su cara. Se había vuelto bastante expresiva.

- Uh, ¿Qué pasa aquí?- nos miró uno a uno manteniendo ese gesto de ignorancia sobre el asunto.

- Yo me voy- pronunció Eli cogiendo su gran bolso, o mejor dicho maleta, ya que parecía que llevase un cargamento en él, y se levantó dirección a la puerta.

Esperé, tanto yo como Kristine alguna reacción por parte de Gerard, pero; ¿Qué hizo?

Nada. Mirar hacia otro lado.

Asique Eli salió por la puertas mientras la observábamos. Aquello no iba a quedarse así, o al menos eso es lo que pensaba Kristine.

- Eh, ¿pero esta es tonta?- exclamó y me miró extendiendo los brazos- pero si hemos venido en mi coche- bufó- Desde luego Ger, te luces con las mujeres- le dio una palmada en el hombro y salió tras Eli.

Gerard se quedó allí en la misma posición mirando al suelo con la mirada perdida.

Yo me quedé al igual que él, inmóvil. No sabía que hacer si irme o quedarme.

De repente vi un puño chocar a escasos centímetros sobre la mesa donde yo me encontraba.

- Por qué- susurró.

- Gerard, yo… Fernando la quiere- solo pude decir.

- Aquí en cuarenta y cinco minutos… por favor- suplicó y se fue con una sonrisa en la boca, como si no hubiera sucedido nada, hacia donde se encontraba Nuria, tras esto la besó.

Salí de allí y llamé a Eli.

- ¿Dónde estáis?¿Que hacéis?- exclamé al no verlas por ningún lado de la calle.

- El gilipollas- respondió Kristine desde el móvil de Eli- A ver pone…- pude descifrar que buscaba alguna placa donde pusiera en que calle estaban- A-vin..guda de Ca..ta...luna o yo que sé- exclamó angustiada, a Kristine eso de los idiomas no le iba mucho.

Sabía más o menos donde estaban, ya que la vez anterior que visité Barcelona, Sergy me había llevado por allí. No estaban más que a unas cuantas manzanas de donde me encontraban, pero aun así me sorprendió que hubieran llegado tan rápidamente en menos de escasos minutos.

Cuando a penas me quedaba un par de manzanas comenzó a montarse un barullo en el arcén; miles de coches se pararon y comenzaron a vocalizar insultos que no comprendí y a tocar seguidamente el claxon.

Seguido a ello todas las personas que iban andando por la acera miraba hacia donde estaba el barullo para observar como miles de curiosos lo que sucedía, opté por obviar que se trataba de un atasco más en una gran ciudad. Estaba más que acostumbrada a ver esa escena una y otra vez en Nueva York.

- Abner Allsbrook- gritó alguien fuertemente desde una distancia considerable.

Me quedé totalmente paralizada y boquiabierta al oír aquello.

Nadie, absolutamente NADIE sabía mi nombre completo ni mi apellido. La gente comenzó a mirarme; y antes de que pudiese volver la mirada para ver quien era la persona que había dicho mi nombre sentí como alguien presionaba sus labios intensamente contra los míos.

- Bla, bla, bla, te quiero.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Capítulo cincuenta y dos

- ¿Pero qué..?

- Ha pedido que te lo sirva así-aclaró el barman.

Miré hacia ambos lados buscando al propietario de aquel siniestro aunque bonito gesto.

Finalmente seguí bebiendo tras hacerle preguntas sin respuesta al camarero acerca de aquello.

No recuerdo bien, pero después de un par de copas más de Martín y alguna que otro Tequila se qué que desperté encima de mi cama, algo que no recordaba haber hecho. Comprendí a Eli en aquel momento cuando me obligaba a callarme por la mañana.

- ¡Abby!, ¿Cuándo llegaste anoche? Que mal hueles- exclamó.

- ¡AAAAAAAAAAAAAAAAH!- chillé al abrir los ojos y verla a menos de veinte centímetros de mi cara.

- ¡AAAAAAAAH!- chilló también ella.

- ¡JODER HERMANO!- se oyó otro chillido burlesco desde la puerta de la habitación, ambas miramos hacia ella.

- ¡KRISTINE!- gritamos.

Eli fue corriendo a abrazarla mientras yo seguía muriendo en la cama.

Había cambiado mucho en lo físico.

Su pelo rojizo aun lo mantenía, recogido ahora en una larga coleta hacia un lado, de donde ella salían diversas rastas de diferentes colores, acompañado de un largo y enrevesado tatuaje que lucía en uno de sus brazos desde el hombro hasta el fin de la muñeca. Su estilo era un tanto salvaje una falda de tubo junto unos tacones negros y una camiseta informal completaban su conjunto, era completamente opuesto al vestuario de Eli; siempre formal y cuidado hasta el último detalle.

Decidimos ir a un bar en el centro de Barcelona.

- Bueno, ¿Cómo sabías que estábamos en ese hotel, o en España?- pregunté aturdida.

- Contactos- realizó un movimiento de cejas. Eli rió.

- Que va, en realidad fui a Nueva York, a vuestro loft, pero no encontré a nadie, así que decidí ir a Boston, por curiosidad si estabais allí, llegando a casa de tus madre- miró a Eli- me encontré a Mary- rió nostálgicamente mientras sacudía la cabeza- ¿la recordáis, verdad?

- Si- escupió Eli.

- Pues no sé como pero me contó que se había enterado de que estabas aquí con Sergy y Abby, así que me embarqué rumbo a España, ¡fin!

- ¿Y por qué sabe esa cosas de mi vida?- mantuvo la cara de asco Eli.

- Déjala, sabes que siempre le ha encantado los chismes.

- Afrontó mal que la dejara Gerard- comentó Kristine.

Yo deseé que no dijese aquel nombre una y otra vez. Nadie dijo nada, un silencio se prolongó durante minutos, no quise decir nada, pero Kristine nunca había tenido demora en decirle lo que pensaba a Eli, y ésta siempre acababa haciéndole caso, al menos cuando iba sobria.

- ¿Qué pasa? ¿Por qué os calláis?- preguntó, como yo temía, Kristine.

- Kristine mejor que no…

- ¡NADA! Que Gerard ES UN GRANDÍSIMO HIJO DE PUTA- se sobresaltó incluso llegando a levantarse- eso pasa- sonrió irónicamente.

Me agarré a la mesa, no sé si fue por miedo a Eli o porque estaba mareada por lo de la noche anterior.

- ¡Abby! ¡Qué haces aquí!- exclamó una voz que temí reconocer. Giré hacia donde estaba y, en efecto, era ella.

- Nuria- sonreí incómodamente.

La guinda del pastel.

Eli la observó con una cara notablemente sorprendida.

- ¿Estás con tus amiguitas?- preguntó con despecho la novia del rubio.

- Si- sonreí falsamente.

- Hola, soy Nuria- se presentó hablando en un tono muy elevado, como si fueran idiotas- la novia de Gerard Piqué, el futbolista.

Las caras de Eli y Kristine fueron un cuadro, el mejor de todos los tiempos.

- ¿Esta es tonta o se lo hace?- se dirigió descaradamente Kristine hacia mi sin importarle la presencia de Nuria.

- Kristine- rió Eli y le dio un golpe en el codo.

Claro que la cara de Nuria tampoco tenía precio. Aquello parecía un patio de colegio.

- Nuria, Què fas aq..

domingo, 21 de noviembre de 2010

Capítulo cincuenta y uno

Llegando en el taxi que me acababa de dejar en la entrada del hotel pude observar algo que me llamó la atención.

¿Gerard?

Le vi salir a toda prisa del hotel, sacó su móvil del bolsillo y marcó algún número de teléfono y comenzó a hablar con alguien de forma que se le notaba bastante sobresaltado y la expresión de su cara reflejaba rabia.

Me acerqué a él cuando terminó de hablar.

- ¿Gerard?

- Lo sabe- afirmó de espaldas a mí.

- ¿Se lo has dicho?- sonreí sin poder evitarlo.

- No, su, al parecer, novio lo ha dicho cuando estaba a punto de confesarle todo lo que sentía por ella- se giró ahora si, mirándome con expresión aun más rabiosa- ¿ Y como Llorente puede saber esta trama? Si no lo conozco más que de patearle el culo en el campo.- me cogió bruscamente por los codos.

- ¡Ay! Me haces daño, Gerard- me quejé.

- Eres una auténtica zorra- chilló sin demora, presionando más aun sus dedos contra mis codos.

- ¡Gerard, ¿Qué haces?!- exclamó Sergy desde la entrada del hotel, de la cual acababa de salir.

¿Qué que hizo?

Observarnos desde donde se encontraba, ni siquiera se acerco, NADA.

- ¡RESPONDE!- siguió gritando sin dejar de hacer cada vez más fuerza.

- ¡Eh, eh, eh!- oí como una voz realmente familiar, que en esos momentos extrañamente me alegré de oír chilló a lo largo junto al ruido de un motor- ¡Tío, però que cony fas!- gritó escandalizado mientras venía corriendo hacia nosotros.

- Por favor, Gerard, suéltame- sollocé debido al dolor que me estaba produciendo y el miedo de su expresión.

- ¡Que la sueltes!- le cogió por lo alto del hombro estirándole así.

En un impulso de retirarlo consiguió que por inercia Gerard le golpeara con el codo-por lo que pareció- fuertemente a Cesc. Éste acto seguido de alguna palabra que desconocí su traducción provocó que Cesc se encarara a su mejor amigo, marcando su puño en su carita bonita. Gerard, sorprendido pero con la misma rabia contenida cuando estaba a punto de devolverle el golpe en una posición sobreelevada se echó atrás.

- Estic fins als cullons de tothom.

Lo siguiente que hizo fue acercarse a uno de los múltiples taxis que paraban frente al hotel y antes de subir pude observar como de nuevo volvía a marcar un número de teléfono desde su iphone.

- Abby, ¿estás bien?- una vez el taxi donde iba Gerard arrancó, Sergy se acercó hacia mi corriendo y me presionó sobre su pecho.

Cobarde era un adjetivo que lo describía de pies a cabeza.

- ¡Suéltame!- me aparté de él bruscamente- ¡déjame en paz!

Salí corriendo hacia el hotel dirección a mi habitación. Esperando el ascensor me encontré una vez se abrieron las puertas a Fernando y Eli cogidos por la mano y él besándola.

- ¡Abby! ¿Por qué lloras?- exclamó ella.

No me había dado cuenta de que estaba llorando, pero puedo jurar que no era miedo, tampoco tristeza, no. Era rabia.

Aquella vez fue Piqué, y probablemente si no hubiera sido-desgraciadamente- por Cesc, del cual no entendía su comportamiento, me hubiera podido llegar a hacer mucho daño mientras Sergy observaba como herían a su futura mujer.

Al llegar a la habitación recordé que la tarjeta que abría la puerta la tenía Sergy, al cual obviamente no iba a ir a buscar.

Así pues decidí bajar a tomar algo fuerte.

Varias parejas y familias con niños entraron al restaurante, completo, donde se montaba un gran barullo, me pareció extraño.

Obvié que estaría pasando y me dirigí a mi destino.

- Martín- le pedí al barman.

Me asemejé con Eli.

Cuando el copa trajo la copa vi algo, al menos para mi, fuera de lo común y es que pétalos de rosa adornaban la copa en su interior. Supuse que sería algo típico en España.

Extrañada pegué un sorbo-

Al levantar la copa pude ver que el posavasos estaba escrito, donde se podía leer:

Bla, bla, bla…

Te quiero.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Capítulo cincuenta

- ¿Qué?- exclamé. Ésta vez si sabía que solo se podía referir a nosotros.

- Que qué coño haces con mi novia, Piqué- repitió más irritado aún, nunca lo había visto de aquella manera, y mucho menos elevando la voz de semejante manera.

Relacioné todo.

Tras ello miré a Marc o Gerard o quien quiera que fuera. Lo observé detenidamente, me maldije una y otra vez por no haberlo reconocido antes… Su rubio cabello del color de las llamaradas del fuego, sus intensos ojos azules tal como el mar azul que estaba frente a nosotros, que tanto le caracterizaron siempre, junto a su elevada altura que seguía haciéndole destacar tal y como lo hacía hace seis años.

Su gesto era inexpresivo. No produjo ningún sonido, ningún movimiento, nada.

No podía creerlo, no cabía dentro de mí, era él.

Él

… Después de tanto tiempo.

- ¿¡Gerard!?- exclamé furiosa, como había osado hacerme aquello.

Seguía sin pronunciar palabra.

- ¡Gerard! ¡Contesta de una vez!- le agarré por la camiseta a la altura superior del pecho, y él solo se limitó a girar la cara cobardemente.

- Es él, Eli- afirmó F.

- ¡¡Gerard!!- repetí inútilmente.

Se alejó de mi y se aproximó a la esquina de la azotea sin dejar de observar, el ya no calmado mar.

Bufó y no dejó de acariciar su nuca con una de sus manos.

¿Qué que fue lo siguiente que hizo?

Dirigirse a la puerta y marcharse.

- ¿¡Donde va!?- chillé histérica- ¡Gerard! ¡Marc! ¡Quien coño seas, vuelve!- un portazo terminó con mis gritos.

Se había ido. Una vez más.

F comenzó a acercarse de forma cautelosa hacia mí.

- Eli…- me acerqué a él, descalza y con el corazón en un puño debido a lo que acababa de ocurrir, me abalancé sobre él y le abracé con todas mis fuerzas.

Tras varios minutos abrazados sin decir nada, solo podía oírse las profundas respiraciones del otro y el mar azotar contra las rocas.

- Eli- cubrió mis mejillas como anteriormente ‘él’ había hecho- tienes que creerme, no te he engañado, yo…- metió una de sus manos en el bolsillo de sus oscuros pantalones vaqueros y sacó de él una pequeña caja aterciopelada- Yo te iba a dar esto…

Anonadada me hallé.

Cogí nerviosamente la caja y la abrí.

- F… esto es..- pude observar un anillo de oro blanco que reposaba cuidadosamente en aquella caja, unos diamantes, de los que puedo asegurar que estaban compuestos por varios quilates le terminaban de dar el toque perfecto- precioso- levanté la mirada hacia él.

Él mantenía la mirada fija en el suelo mientras una de sus manos se perdía en su alborotado, pero siempre bonito pelo.

- Intenté expli…- le silencié con un dulce y largo beso.

Consiguió lo que nadie antes habría conseguido, había conseguido que le olvidase.

Acto seguido me cogió por ambas manos.

- Eli… ¿quieres cas..

- ¡Si, si, si, si y si!- grité, chillé. Estaba en puro éxtasis.

- Te quiero- susurró en mi oído mientras nos abrazábamos en aquella azotea de Barcelona.

Me había enamorado de él.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Capítulo cuarenta y nueve

Una multitud de lo que parecían periodistas distinguí a unos cuantos metros de nosotros a punto de cruzar la calle comenzaron a gritar dicho nombre del que, desde hacía años no había vuelto a oír.

- Siempre se vuelven locos buscando algún cotilleo sin fundamento de los famosos que andan por aquí tranquilamente haciendo sus compras- comentó Marc- Ven, vamos.

Me cogió por la cintura arrastrándome así hasta el primer taxi que paró.

- Al hotel vela- ordenó al taxista.

- ¿Qué?¿Como sabías que…?- pregunté bastantes confusa.

- ¿Saber qué?-sonrió.

- Que estoy alojada allí- su sonrisa cambió a una risa nerviosa.

- Pues… porque…- se abalanzó hacia mi con el fin de rozar mis labios; consiguiendo así un leve beso.

- Marc…-balbuceé frenándole así.

Estaba confundida y tampoco me apetecía un rollo de una noche más, además me sentí observada, pude ver como el taxi no paraba de mirar asombrado.

- Señorita Anderson- ofreció su mano el botones para ayudarme a bajar del taxi. Le sonreí, era mono.

Marc sonrió inexplicablemente.

- ¿Y por qué venimos aquí? Sigues sin responder a mi pregunta.

- Te quiero enseñar algo, ¡vamos!- me cogió esta vez por la muñeca adentrándome en el hotel.

Entramos por unas escaleras de servicio, junto a los ascensores.

- ¡Pero donde vamos!- reí confundida.

Seguimos subiendo escaleras y escaleras, parecían no tener fin.

- ¿No te cansas? Llevamos veinticuatro pisos de escaleras y estás como si nada.

- Bueno… soy deportista así que…

- Además de director marketing, ¡atlético! Impresionante-reí irónicamente.

- Eso dicen- comentó sin parar de subir escalones.

- ¿Cuánto dedicas al gimnasio? Porque para conseguir ese…- contemplé su cuerpo de arriba abajo e indudablemente estaba muy trabajado, ni los mejores deportistas tenían esos brazos- cuerpo.

- Pues… cuando saco tiempo- sonrió tímidamente.

Comencé a quedarme atrás, no podía más, la fatiga podía conmigo.

- Para por favor, estoy cansada, los zapatos me matan-aclaré.

- Normal- observó mis altos tacones marrones- con esos trastos encima me extraña que levantes el pie del suelo- ambos reímos.

Me paré y apoyé mis manos sobre mis rodillas fatigada. Él también paró y bajó dos escalones más abajo, donde yo me encontraba.

- ¡Venga!- exclamó con una sonrisa.

Me cogió por la cintura elevándome hasta sus fuertes brazos y volvió a subir como si no llevara ninguna carga encima, subimos y subimos hasya que vimos una puerta final que daba a la azotea.

- Las nubes ocultan el sol- afirmó sin dejar de mirar el cielo mientras me mantenía entre sus brazos.

Nos acercamos hasta el borde de la azotea donde pudimos observar el intenso e inigualable mar azul.

Me apoyó sobre el borde de la azotea sin dejar de sujetarme un instante. Acto seguido cubrió mis mejillas con sus fuertes y grandes manos.

- Eliz…

- ¿Cómo sabes mi nombre?- pregunté extrañada. Recordé desde que el momento en el conocí no le había dicho mi nombre.

- Gerard Piqué, qué haces con mi novia.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Capítulo cuarenta y ocho

Últimamente lo único más excitante que hacía era ponerme el pijama o mirar por el gran ventanal que tenía a los pies de la nueva habitación que había cogido en el hotel, ya que Abby y Sergy estaban más melosos que nunca. Llevaba tres días sin salir desde que ocurrió aquello con F, y no ayudaba mucho el extremo romanticismo entre Sergy y Abby y el estrés de los planes de boda. Aunque, ¿sinceramente? No me aburría, era precioso admirar el paisaje que podía ver a mis pies des el Hotel W, era un hotel curioso, mucho más que los elegantísimos y –mucho más- caros hoteles de Nueva York, como el Empire, tenía algo, y no sabré nunca que es, pero lo que también me encandiló de aquel hotel fue su graciosa forma de vela.

Era precioso levantarse y lo primero que veían tus ojos era un calmado y el intenso color azul del mar. Azul… curioso color.

- ¡Eli! ¿Te vienes a lo de las flores?- interrumpió Abby entrando a la habitación.

- Claro, voy a vestirme.

Tras coger unos tacones marrones, una falda y una camisa blanca, bajé al hall donde me esperaba Abby. Me pregunté por qué razón Sergy no venía.

Fuimos a una floristería dentro del centro de la gran ciudad a unos cuatro kilómetros del hotel, pasando la Ronda del Litoral, pude adivinar en que calle estábamos cuando el taxi paró: Ronda de Sant Pau.

- ¿Por qué aquí?-pregunté – A lo largo del trayecto había más.

- A la abuela de Sergy le hacía mucha ilusión, me contó que el día de su boda ella también las encargó de aquí, y a Sergy también le hace ilusión.

Bajamos y entramos a la floristería, me sorprendió bastante que dentro de la tienda no hubiera ninguna flor.

- Abby… ¿Y las flores?

- Ay, Eli, pareces idiota, ahí-señaló una puerta transparente que estaba frente a nosotras donde se podía apreciar un gran jardín con miles de flores.

Abby, a la cual se le acercó un hombre mayor que debía de ser el que un día llevó a cabo el tema de las flores en la boda de los abuelos de Sergy y se adelantaron viendo distintas flores, yo preferí quedarme a mi aire pensando y mirando cada única y distinguida flor de allí.

Observé los claveles; bonitos pero muy típicos.

Margaritas; sencillas, pero siempre agradables.

¿Rosas? Preciosas, inconfundibles, del color de la pasión, pero tan dañinas como una estaca en el corazón, una de sus espinas representaba el más puro modelo del desamor.

- ¿Preciosa, verdad?- una rosa asomó por detrás de uno de mis hombros.

Me giré extrañada y confundida, estaba segura que aquella voz y aquel gesto no procedían de Abby, ni mucho menos.

- ¡Marc!- cogí la rosa que él aún sostenía entre sus dedos. Él sonrió.

- Eh.. ¡Hola! Sabía que eras tú- me abrazó y susurró esto último a pocos centímetros de mi oído.

- ¿Qué estás haciendo aquí?¿Con tu novia?

- Mm… no.

- Ah… yo estoy con…

- ¡Eli! ¿Dónde estabas? Si te he ped…- Abby paró de hablar en el momento que se percató de que Marc estaba presente. Éste sonrió de nuevo.

- Abby, él es Marc, Marc ella es mi amiga de la que te hablé, la que se va a casar; Abby.

- Encantado- se saludaron con dos besos.

- Igualmente- contestó fríamente ella.

- ¿Qué hacéis aquí?-concluyó Marc.

- Pues comprar flores- contestó de malas formas Abby. Le di un pequeño y disimulado golpe por su contestación- ¡Ay!-se quejó- Me voy a ver mas flores.

- Vaya, ¿un mal día?- preguntó preocupado Marc.

- No, es muy raro, no suele ser así… no lo entiendo.

- Bueno…¿Quieres un café?

- Marc… yo… no…

- Ella y yo hemos cortado-confirmó.

Finalmente acordamos salir fuera solo a pasear, solo a pasear, sin cafés.

- Y cuéntame, no te aburre eso de los preparat…

- ¡GERARD!¡GERARD!

sábado, 13 de noviembre de 2010

Capítulo cuarenta y siete.

- Gerard! ¿Què fas aquí?- exclamó Sergy.

- Eso me preguntaba yo, ¿Qué hacéis aquí, tortolitos?

No podía retirar la mirada de la persona que le acompañaba.

Una chica de unos veintipocos años de pelo rubio con unas negras y poco disimuladas raíces delataban que era tinte, bastante malo.

He de recalcar la expresión en todo momento de su mirada de superioridad, que me recordó a Eli en sus tiempos más insufribles.

Durante unos instantes nos quedamos en silencio hasta que con una voz insufrible y una expresión aparentemente agradable, la que debía ser novia de Gerard, por el hecho de que éste último la tenía sujeta por la cintura de forma muy cariñosa.

- Soy Nuria- sonrió tanto a Sergy como a mí tras esto nos dio dos besos en las mejillas.

Nunca logré entender por qué los españoles insistían en saludar con dos besos.

Sergy amablemente les ofreció compartir mesa. Lo odié en aquel momento.

Todavía estaba atónita viendo como Gerard me había manipulado de aquella forma. ¡No solo tenía novia, sino que también quería mantener una aventura con Eli! Eso era tener una cara muy dura.

- Y… Abby, ¿de qué conoces a mi Gé?- sonrió de nuevo la insufrible teñida mientras estrujaba el brazo de Gerard.

Joder hermano. Era lo único que se me ocurría. Aunque aquella respuesta era más usual en Kristine, o al menos hace años. Sin embargo… ¿Eli? Su respuesta no sé muy bien como hubiera sido, pero prefería no saberlo.

Sorprendentemente apareció el que faltaba.

- ¡Cesc, tío! ¿Dónde estabais?-exclamó Gerard.

Nuria volvió a sonreír con esa irritante y constante sonrisa de superioridad mientras que Sergy optó por mirar hacia otro lado.

- Hem..- dirigió su mirada hacia mi- ¿Abby?- preguntó extrañado.

- Así se llama- contestó a tan obvia pregunta con cierto grado de molestia.

- Tiene gracia porque cuando tu no era mas que el…

- ¡Cesc! ¿Per que no m’has esperat?- Apareció de repente una mujer con un peinado encrespado y una mechas más clara pero destacablemente horrorosas que su color natural color castaño negrizo.

Aquello parecía una reunion de aficionados al tinte mas que una simple coincidencia. Sergy sonrió extrañamente en aquel momento.

- …Ella es Carla.

- Su novia- aclaró sonriendo satisfactoriamente Nuria.

- Yo soy Abby, su novia- cogí a Sergy por el brazo y le agarré mirando a Cesc con la misma sonrisa que esbozaban las novias monster.

La tensión que había en el ambiente era evidente pero solo notable entre unos cuantos, aunque para cualquier persona de aquel restaurante pensaría que era una cena entre parejas.

En varias ocasiones dirigía alguna mirada y rozaba a Cesc, pero él hacía caso omiso a todos mis estúpidos e incomprensibles intentos para que me mirase.

- ¿Qué tal la cara, Sergy?- preguntó inexplicablemente Cesc.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Capítulo cuarenta y seis

Me giré y descubrí al Gerard y su rubio tupé. Me extrañó bastante que hacía allí, aunque ni siquiera sabía ni donde vivía.

- ¿Gerard? ¿Que haces aquí?

- Eso te he preguntado yo- rió- ¿Y Sergy? ¿Qué haces por aquí sola y…-miró a ambos lados de la calle- sin Sergy?

- No me tiene que llevar de la mano eh-le reproché. Volvió a reír- Además estoy… buscando a Eli.

- Abby- se acercó a mi y me cogió por los codos- tienes que prometerme algo, por favor, es muy importante para mí, y sobretodo no digas nada, NADA- su expresión era suficientemente serena como para tomármelo en serio y sin vacilaciones.

- ¿Qué pasa Gerard? Me estás asustando.

- Al salir del Camp, he visto a Eli, me he chocado con ella, y tras varios minutos esperando que me reconociese, no lo ha hecho. No entiendo por qué, pero…

- ¿¡Que!? ¿¡No!?- pregunté anonadada.

- Lo sé, lo sé. Hemos estado un rato juntos…

- ¿¡QUÉ!?- Oh Dios mío.

- ¡Espera!-me sujetó más fuerte por los brazos- No ha pasado lo que piensas, nunca.

- ¿Pero le has dicho que eres tú?- bajó la mirada- Gerard- pronuncié boquiabierta.

- He utilizado el nombre de mi hermano, Marc. Por favor, no le digas nada, por favor.

- …- bufé a regañadientes- está bien- esbozó una grandísima sonrisa dejando mostrar sus brillantes dientes- Pero solo tienes una semana antes de que nos vayamos, así que ya sabes- me cogió por la cabeza y la besó, estaba muy entusiasmado.

- ¡Gracias, gracias!- me siguió dando besos en la mejilla.

Cuando ya se marchaba hacia, supuse, su coche, le paré.

- Gerard, ¿por qué haces esto?- éste se quedó sin palabras, parado.

- Porque…-levantaba los hombros y con un gesto facial mientras que intentaba buscar una excusa- no lo sé- sinceró.

- ¿Me llevas?-le sonreí.

Subí al hotel, a mi habitación y me encontré a Eli con Sergy.

Intenté en el trayecto, convencer a Gerard para que subiera y le dijera la verdad, pero de poco valió.

- Abby- sollozó Eli al verme entrar por la puerta y vino hasta mí echándose en mis brazos.

Aquello podía conmigo.

- Eli…-bajé la mirada.

Se me caía la cara de vergüenza, le había jodido, pero bien, por querer hacer un cuento de hadas para mi propia satisfacción.

- Tenías razón, F es… Dios… quien me manda enamorarme otra vez- negó con la cabeza repetidamente.

¿Enamorarse? Genial Abby.

Hasta aquel momento creía que F era otro estúpido caprichos de escasos meses como Marco el italiano, George de Nueva York, Adrian de Brasil, Liam de Londres… y podría rellenar un libro entero con nombres. Pero… ¿enamorarse? Nunca había llorado por ninguno de ellos, y mucho menos decir aquella palabra que para ella implicaba un único nombre hasta el momento.

Sergy me miraba mientras se acercaba a ella y la abrazaba. Su mirada era austera.

¿Estaba aquella pregunta realmente en mis manos? ¿De verdad era yo quien tenía que decidir con quien debería pasar su vida Elizabeth? ¿ O quien le convenía más?

¿Debería pasar una feliz vida con Fernando y no saber que Gerard seguía-aunque no lo quisiese aceptar- sintiendo algo por ella? ¿O quizás debería volver a retomar una historia que empezó hace mucho arriesgándose a dejar F, el cual si la haría feliz sin ningún riesgo?

¿Era yo?

Me pasé días preguntándome aquello sin hacer nada, pero aquel no era mi único problema. Tenía dos más: Sergy y Cesc.

Evitaba recordar cualquier cosa relacionada con éste último.

Sergy estaba especialmente cariñoso últimamente, esa misma noche me llevó a cenar a un caro restaurante en el puerto de Barcelona.

Una vez servida la cena, Sergy extendió su mano cogiéndome la mano.

- Abby, ¿Tú me quieres?

¿Qué?¿Por qué? Bon voyage, Abby.

El mundo se me cayó encima.

¿Sabía algo?

- ¡Pero que hacéis aquí!- interrumpió una voz realmente familiar.

Oh, oh…

sábado, 6 de noviembre de 2010

Capítulo cuarenta y cinco

Salí a buscar a Eli, era una locura, pero qué iba a hacer si no, ¿y si le había pasado algo? No me lo iba a perdonar. Aunque siendo realista yo no era una superheroina como para llegar en el momento idóneo para salvarla de los malos.

Dudé si llamar o no a Fernando, quizás estaba con ella y no había ocurrido nada o quizás ni me cogiera el teléfono por el gran lío que había montado. Decidí arriesgarme.

- Déjame, ya has hecho bastante por hoy. Ergelak.

- Fern..- colgó.

Abby acababa de liarla bien gorda.

Eli no estaba con él. Pude oír esos pocos segundos el fondo del mar.

Decidí ir a buscarle a donde seguramente estaría, donde la conoció.

Fui al parador de Barcelona. Cogí un taxi apresuradamente, estaba segura que estaría allí. Fernando era un chico muy tranquilo y por lo general no era de esos que se ponían a dar golpes al tun tun.

Bajé del taxi y efectivamente allí estaba, solo, mirando fijamente al horizonte.

- Fernando, ¿Dónde está Elizabeth? ¿Qué ha pasado?

Idiota, era obvio que había pasado.

- ¿Qué haces aquí?- preguntó con tono molesto pero sin dejar de mirar el mar.

- Yo… lo… siento…

- ¿Sabes?- me cortó- le iba a traer aquí esta noche- metió la mano en su bolsillo y me maldije mil y una veces.

- Fe..

Anonadada vi como sacaba una pequeña caja aterciopelada negra.

- Le iba a..- sacudió la cabeza decepcionado- Le iba a regalar la joya más preciada de mi familia para que…- ahora si se giró hacia mi. Su mirada era como al de un león enfurecido- ¿para que? Para que desconfié de mí, porque una de sus amigas le ha contado un bulo.

- Yo, verás…- intenté explicarme.

- No tienes una puta explicación, creía que eras amiga mía, que nos llevábamos bien- Me miró con recelo.

Me acerqué a él y le cogí con ambas manos por la cara.

- ¿Recuerdas ese famoso innombrable del que nunca quiere hablar Eli y a ello debe su gran afán a emborracharse cuando la conociste y cuando está mal?- mantuve la mirada serena.

- Si- dijo dubitativo- Qué ocurre.

- Gerard Piqué Bernabéu.

Su cara de asombro fue notable.

- ¿El del Barça?

- Esto viene de muy atrás, Fer y lo último que quería era hacer daño a lo vuestro, me encanta vuestra relación, te lo digo sinceramente pero también te digo que Eli tiene que cerrar un capitulo de su vida para abrir- miré la pequeña caja aterciopelada- otro contigo… espero que lo entiendas.

- … Pero… ¿Por qué le dijiste eso?

- Porque después del partido cité a Gerard, pero ella se iba contigo, tenía que hacer algo- Solté las manos de sus mejillas y el bajó la mirada al suelo- Te lo digo en serio, lo siento. Lo arreglaré.

- Le he mandado un mensaje antes, pero Abby, esto no tiene arreglo, no se fía de mi, yo.. No va a funcionar- sonrió tristemente a la vez que se echaba las manos a su voluminoso y rubio pelo.

- ¿Confías en mi?

- Ehm..- Lo tomé como un si y me marché.

Aquello tenía que arreglarlo, la culpa me invadía.

Llamé a Sergy, pero en el momento que iba a seleccionar su nombre en la agenda, su nombre apareció en pantalla.

Llamada entrante:

Sergy

Aquello iba más allá de lo pudiese soportar, pero antes debía de encontrar a Elizabeth.

No había ningún taxi por allí en aquel momento, así que calculando las distancias me guié a base de preguntar a gente- que comprendiera mi inglés- conseguí guiarme.

- ¿Abby? ¿Qué haces aquí?

- ¿Estimat?- Miré hacia la puerta- Dios- bufé desairadamente- Bueno- me encogí de hombros, al fin y al cabo no era nada que no hubiera visto antes.

- … No es lo qu..

- Da igual, me voy. Ha sido… guay conocerte- Me levanté quedando ahora más cerca de su cara.

Nuestras miradas se quedaron fijas una en otra.

¿Nunca ha pasado que miras a alguien y te recuerdas mucho a otra persona o se parece y no sabes a quien? Eso mismo me pasaba a mí.

- Yo… me voy- dije al fin cuando estaba a punto de retirarme de él e irme.

- Espera..- me cogió por la barbilla- en serio no…- me miró fijamente sin ni siquiera parpadear.

- ¿¡HOLA!?- gritó y aporreó la chica que estaba fuera, la cual sería novia de Marc.

- Tu novia te reclama- sonreí y le di un beso en la mejilla, después me dirigí a la ventana- ¡JODER! ¿es que en España no construís escaleras de emergencia para estos caso?- Veía difícil salir de allí con vida y desde un ático con veinte pisos por debajo- Ehm… necesito que la entretengas-sonreí avergonzada.

Él seguía en la misma posición en el sofá.

- ¡Hey!- le saqué de sus pensamientos.

- Voy, voy.

Me escondí tras una columna pegada a un armario que había junto a la cocina.

- ¿Qué fas, amor?- preguntó ella al abrir la puerta.

No entendía el español, pero años atrás Cesc y su hermana me habían enseñado algunas cosas y por lo que recordaba pude escuchar que decían.

- Res, però he de fer…- se excusaba él.

Al no oír nada más pensé que habrían salido y me asomé por la columna y los vi. Ella estaba encima de él, en sus brazos pegada a la puerta principal besándose. Aluciné a ese chico le gustaba la fiesta, desde luego que si.

- Escolta, Nuria, espera... Ara vinc, vaig al bany- dijo mientras la dejaba en el sofá- que estaba frente a la puerta principal-.

Joder, aquello era un cachondeo.

Se acercó hacia donde yo estaba y me cogió por la cintura llevándome a lo que parecía su dormitorio.

- ¿Se puede saber que haces?

- Intento que se vaya.

- ¿¡Como!? ¿Montándotelo con ella en la puerta!?- Me eché el pelo para atrás a modo de desesperación- oye, ya, voy a salir, que como juego me divierte, pero un rato, no pienso hacer de súper espía- decidida me dirigí a la puerta para salir de allí.

- ¡No, espera! Cuando te haga una señal sales- salió de allí, probablemente sería la última vez que lo vería en mi vida.

- Ja estic aquí!- le besó y como anteriormente había hecho conmigo se echó encima de ella mientras la besaba- excepto que a mi no me besó, por que no dio tiempo más que nada- tras unos segundos levantó una de sus manos a modo de señal.

Salí de allí y me dirigí a buscar un taxi, mira que eran raros los españoles, con lo fácil que eran esas tramas en Nueva York, lo hacían muy difícil. Deberían ver más películas americanas.

Al salir del portal de Marc y mientras esperaba un taxi una voz en particular llamó mi atención.

- Eli, por favor, escúchame- dijo a poca distancia de donde yo estaba.

F estaba allí. No tenía ni idea de cómo había llegado hasta allí, pero desde luego no estaba en un radio cercano a donde lo había visto por última vez .

Me apresuré hacia el lado opuesto donde él se encontraba, me hice la loca.

- Elizabeth, por favor- suplicaba mientras seguía mis pasos.

- Vete- le pedía sin mirar atrás.

- Abby mintió, tienes que creerme- suplicó de nuevo, casi daba pena y parecía verdad.

- No es por ella, F, dudaste y te reíste. No soy idiota

- Claro que no lo eres, tienes que escucharme. Eli- me alcanzó y me cogió con una de sus fuertes manos por el codo haciendo así que le mirara mientras me sujetaba ambos lados de la cintura. Retiré la cara evitando mirarle- ¿Crees en serio que sería capaz de hacerte eso?- subió sus manos hasta ambos lados de mi cara y preguntó con ese acento vasco que era tan irresistible para mi, y que no podía ignorar- Yo…- bajó la mirada de esos bonitos ojos azules.

- ¿Por qué me haces esto?- una lágrima se derramó por una de mis mejillas.

- Eli, por favor no…

- ¡Déjame! ¡No quiero volver a verte nunca más!¡Nunca!- grité liberándome así de sus cálidos brazos.

- Eli… Al menos déjame que te..- paré a un taxi que pasaba cerca de allí y con todas mis ganas me marché de allí.

Conseguí llegar al hotel con un catalán patético con palabras en inglés de por medio.

- ¡Eli! ¿Dónde estabas?- exclamó Sergy acercándose hacia donde yo estaba- Siento lo del…

- Sh- le silencié y me abracé fuertemente a él- ¿Y Abby?

- No lo sé, ha dicho que iba a comprar algo y que te buscaría por toda la ciudad, estaba muy preocupada- acariciaba mi pelo.

Mi móvil comenzó a vibrar.

Nuevo mensaje:

Te esperaré siempre donde un día cambió todo.

F.