- ¡Me negarás eso!- ella con la cara más inocente consiguió conmover al joven.
- Bueno, bueno... vale- sonrió pasando su mano por la cara de ella mientras andaban.
- Oh, creo que soy afortunada de tenerte para siempre, principito!
- O quizás sea yo el afortunado.
- Mmm.. me encanta este helado, ¿qué decías que era?
- Huevo Kinder y vainilla- él no dejaba de mirarla- encantado, ¿verdad?
- Sii!- contestaba ella sin dejar de lamer el helado, quedándosele así marcas del helado en la comisura.
- Como tú- sonrió y se acercó a ella limpiándole esas marcas y besándola apasionadamente.
Se acercaban a un parque que había cerca de donde ellos estaban, era familiar; tranquilo. Solían ir también parejas, hacer picnics, era apacible y sobretodo bonito.
- Ven, sentémosnos- cojió el chico a la chica de la muñeca delicadamente- Verás... te he escrito algo porque sé que te encanta... eso de que haga deporte mental, y aunque lo me de corte lo comparta- El joven sacó de su bolsillo un papel doblado, pero intacto y lo posó en la mano de ella.
Ésta lo abrió y se quedó callada, a los pocos segundos; comenzó a leerlo en voz alta.
- ¡no!- protestó el sonrojado, ella rió e hizo caso omiso.
" Nunca usé un antifaz, desde las primeras palabras a los primeros besos he sido tal y como soy... y creo que llegó el momento; va a comenzar la única justa de las batallas: sacar esto adelante. Un verdadero tú y yo, un siempre de verdad, no quiero que seamos unos hipócritas porque tú me conoces, sabes lo que quiero y lo que no, lo que soy y lo que no soy, lo que me afecta y lo que no... Me has salvado de la tristeza, de la pena, me has dado fuerzas de flaqueza en este feo mundo que ha perdido la cabeza. ¿Sabes? No hay medisina, doctrina o disciplina, no hay aspirina para el amor que se amotina. Y la verdad es que tengo la espina de tu cuerpo en mi retina. Sabes que soy tuyo y no puedo decirte todo lo que te quiero en veinte frases.
Ella asombrada alzó la mirada para observarle, él permanecía allí; sentado con las piernas dobladas y sonrojado como un tomate.
- Dios... esto es..- No podía vocalizar, las palabras no le salían y su única forma de expresar la emoción que le causó aquel simple papel fue a través de lágrimas.
- No llores, por favor, petite- apoyó sus dedos en la barbilla de ella y la levantó pudiendo ver sus grandes ojos llorar.
- Es lo más bonito que me han dicho nunca.. y creo que lo será...- dijo entre sollozos.
- Vamos, vamos- intentó calmarla pasándole el dedo índice bajo el ojo impidiendo así que derramara más lágrimas.
- Eres demasiado bueno... a veces pienso que tú no eres tú..
- Tú tampoco eres lo que pareces, las apariencias engañan- contestó él- petite- añadió.
- Me encanta que me llames así, no dejes de hacerlo nunca.
- Sonrío cada vez que lo recuerdo, y creeme, es muy raro.
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