- ¡Donde estabas, hermana!- me gritó Kristine cual estuviere sorda cuando me vio aparecer.
- Es que… no encontrab…
- Este quién es- preguntó con cara escéptica.
Había echado de menos a aquella Kristine, de la misma forma que hasta hacía unos años había sido Eli, la cual fue su maestra particular.
- ¿Kristine?- replicó Cesc al ver que no le reconoció.
- ¿Eh?- se sorprendió esta.
- ¡Sóc el Cesc!- exclamó este.
- ¡OSTIES!- gritó efusivamente ella de nuevo y se abalanzó sobre él para abrazarlo- ¡me alegro mucho de volver a verte!
- ¿Seguro que esta es Kristine?- me miró y preguntó ahora él escéptico.
Sonreí, no pude evitar hacerlo. Todo estaba siendo perfecto aquel día.
¿Ese sentimiento de todo lo que más has odiado durante años pueda hacerte de repente lo que más feliz te haga? Eso era lo que yo sentía.
- ¿Y Eli?- pregunté.
- Allí- se apartó dejándome verla sentada cual niño pequeño encogida de rodillas en un banco que había a unos cuantos metros de donde nos encontrábamos.
- Voy a hablar con ella.
- No, iré yo- impidió Cesc interponiendo su brazo delante de mi pecho, evitando así que pudiera continuar.
- Cesc- le miré confusa.
- La conozco como muy a fondo.
Pude ver como Cesc con las manos metidas en los bolsillos se acercaba hacia Beth.
Ella levantó la cabeza, cuando supuse que él hiciera acto de presencia, volvió a bajar la cabeza y seguido a esto se levantó y efusivamente le abrazó.
- Bueno, ¿Algo que contar? ¿es esto alguna especie de encuentro de amores perdidos?- dijo Kristine.
- Ehm… bueno… no exact..
Entonces pude ver como volvían Cesc y Eli mientras Cesc pasaba su fuerte brazo por detrás del hombro de ella.
- Creo que se me ha caído el móvil en la cafetería- confesó avergonzada Eli.
Todos los allí presentes reímos mientras Cesc removía el pelo de ella como si de una niña pequeña se tratase.
- Pues venga, ¡vamos!- dijo Kristine mientras cogía a Eli por el brazo.
- Cesc, ¿Qué vamos a hacer? – pregunté camino a la cafetería mientras íbamos cogidos por la mano.
Fue entonces cuado a unos pocos metros de distancia pudimos observar como frente al hotel Regina un cúmulo de periodista cubría la entrada.
- Joder, ¿más prensa?- me apretó la mano. No pude evitar reir.
- Espera, creo que no van a por ti, al menos ahora. No eres tan importante como te crees- saqué picarescamente la lengua burlándome así de él.
- Yo también t’estimo, Abby- rió satisfactoriamente.
Kristine, al pararnos, tropezó con nosotros.
- ¡Joder hermanos, que pasa joder!- exclamó con aquella característica voz al vernos parados como estúpidos a unos metros de la puerta del hotel.
Kristine, que al contrario que Eli pareció comprender la situación, siguió andando cogiéndonos por la manos a Cesc y a mi y arrastrándonos como a dos niños a seguir nuestro camino.
- ¡Vamos!-añadió- ¿no te asustará unos cuantos periodistas, no Cesc?- esto último lo dijo con una voz más angelical pero provocadora.
- ¿Bromeas? Nada tras haberte teñido el pelo y sobrevivir a tus torturas me asusta.
Desconocía aquella anécdota, en la cual Kristine y su- o el que yo consideraba que era su color natural de pelo- fue por una jugarreta de Cesc que finalmente le terminó gustando a ésta. Aunque como todo el mundo sabe nadie, nunca, se salva de las torturas de Kristine.
Cuando estábamos seguros de que se iban a abalanzar sobre Cesc, pudimos oír como la reportera daba un comunicado, del cual Cesc nos tradujo asombrado.
- Si. Si, como ya te he dicho, Jordi, estamos esperando a Gerard Piqué para que nos afirme las declaraciones de esta mañana.
Y justo en ese mismo instante observamos como Jennet Anderson salía del hotel, del cual sorprendentemente fue seguida por Gerard Piqué.
Obviamente y nada sorprendente fue que los periodistas persiguieran al futbolista, pero lo verdaderamente inesperado para todos fue que una gran parte de todos ellos se lanzaran a hacer fotos y preguntas a la hermana de Elizabeth.
Jennet Anderson; recordad ese nombre, es el nombre de la primera señal de guerra.
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