domingo, 5 de diciembre de 2010

Capítulo cincuenta y siete

No podía volver a haberlo hecho otra vez, no habría podido ser capaz.

Qué mierda, si, lo habían vuelto a hacer… otra vez. Pero aquello se acababa ahí, la dulce y adorada, y en especial sensible y frágil Eli había llegado al plazo de caducidad, volvió aquella Eli que no tenía ningún escrúpulo por destruir a alguien para conseguir lo que quisiera, aquella que los sentimientos los vendía y era capaz de aprovecharse de la más indefensa de las personas con tal de conseguir lo que quería. Sí, había vuelto.

Bienvigut Elizabeth Anderson

Me acerqué a la cafetería donde debió de caérseme el móvil. Entré, estaba casi vacío excepto una pareja y unos cuantas personas más comiendo algo mientras usaban el portátil o simplemente leían. Me acerqué a la mesa donde aún perecían nuestros cafés que habíamos tomado.

Busqué pero no estaba por ningún lado.

- ¡JODER!- chillé captando la atención del alguna que otra mirada.
- Perdone señorita. ¿busca su móvil?- se acercó a mi un camarero de tez más oscura de lo que la española era hablando un patoso y patético inglés.
- Si, ¿Dónde está? Y no me diga que no lo han visto, porque con un chasquido de dedos puedo hacer que este bar esté en la quiebra y su carrera o lo que – le miré con desprecio- sea que tenga, si es que tiene algo, lo pierda.
- Eh, no, no señorita. Venía a decirle que el futbolista que anteriormente estuvo aquí se lo llevó, dijo que él personalmente se lo devolvería.
- ¿Qué futbolista?- al levantar la cabeza furiosa por al respuesta que obtuve me golpeé con la mesa, ya que estaba arrodillada a ver si estaba bajo aquel mugriento lugar- ¡mierda!- me quejé.
- Se-señorita, ¿está bien?
- Qué futbolista- aumentó mi ira, y por lo tanto mi novel de voz se engraveció.
- Ge-gerard Piqué, señorita. Estuvo hablando con usted antes- agachó al cabeza.
- Será hijo de p…- me levanté y me fui.

Cogí un taxi. No pensaba volver a aquel hotel y menos con todos allí esperando para preguntarme ‘¿Cómo estás Eli?’ o simplemente ver a Fernando, no me apetecía.

- Mmm…- me paré a recordar los conocimientos del poco habla catalán que conocía- Hi ha aquí hotel Palace?
- Por supuesto- respondió el taxista en inglés, debió de notar mi acento.
- Allí- ordené- Y rápido- alenté.



Entré al hotel, no tenía comparación alguna con ningún hotel, y mucho menos con el de Nueva York. Desde luego el glamour era un término desconocido para los españoles. Hortera era su seña de identidad.


- Una suite.
- ¿Su nombre, por favor?- sonrió educadamente el recepcionista.
- Jennet Anderson- respondí.
- Bien, espere un momento, por favor.
- ¡OSTIES!- oí que alguien se dirigía a mí desde atrás.

Sinceramente en aquel, momento no estaba para conversaciones entusiastas o para hacerme la simpática. Me giré de todas formas para ver quien era.

Carles Puyol, ¿quién sino?

- Vaya, hola- saludé sin ningún ápice de entusiasmo o sorpresa.
- ¿Qué haces aquí?!
- Aquel hotel… me aburría.
- Vaya… pero… ¿has venido sola?
- ¿Hay algo de malo?- pregunté con tono amenazante.
- Ehm… no, no. Pensaba que venías a visitar al equipo, como estamos aquí antes del partido del martes...
- ¿Qué? ¿Está aquí Gerard también?- aumentó mi interés al recordar que ahora también pertenecía al club.
- Pues si… justamente acabo de bajar de su habitación…- respondió dubitativamente.

Con una sonrisa aparentemente simpática, que en realidad escondía una segunda intención nada buena, le pregunté:
- ¿En que planta está?
- Décima, 239.
- Bajo enseguida- me giré para informarle al recepcionista, el cual estaba usando el teléfono.

Subí en el ascensor, donde un chico justo antes de cerrarse la puerta entró.

- Por poco- rió tímidamente haciéndose el simpático. No pensaba participar en los siempre patéticos intentos de buena conversación en un ascensor, me ponía enferma.
Me fijé en su camiseta de color llamativo fucsia de la cuala destacaba un familiar escudo en ella. Quizás si debía responderle.
- ¿Fútbol Club Barcelona?
- ¿Eres otra fan loca?- preguntó el chico de unos pocos centímetros más alto que yo, quizás metro setenta y algo con corta melena castaña y ojos verde esmeralda.
- ¿Eres otro futbolista gilipollas?- sonreí sarcásticamente.

Echó a reír.

- ¿Dónde está la habitación de Gerard?
- Ehm… no creo que a Pep le guste mucho que visites a Piqué…
- A mi lo que a Pep le guste me da completamente igual- contesté sin dejar de esbozar aquella sonrisa.

- gerard Piqué- exclamé serenamente mientras empujaba bruscamente la puerta de su habitación, la cual estaba entreabierta.

- Tío, yo…- intentó explicarse el chico del ascensor por detrás.

Pude ver como se encontraba allí con otros tres jugadores más,

- ¿¡Y esta!?- exclamó con un tono repugnantemente mientras inspeccionaba mi escote seguido de mis piernas.

Sonreí, me estaba acostumbrando a aquella plácida sonrisa.

- Mírame un segundo más y hago que te crucen la cara.

Asustado por mi amenaza se levantó y los demás con este y se marcharon.

- Qué coño haces robando mi móvil y con la zorra de mi hermana- me referí a él, que ni se inmutó un milímetro.

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