martes, 7 de diciembre de 2010

Capítulo cincuenta y ocho

- Tu móvil está en esa mesita- aclaró sin cambiar lap posición que había mantenido desde que había entrado, ni siquiera se molestó en mirarme, ni cuando monté el escándalo.

Me acerqué a ella y lo cogí, estaba junto a una caja de preservativos.

- ¿Tirándote a Jennet, Bernabéu? Tiene diecisiete.

Pude ver como empezó a sonreír sarcásticamente como yo llevaba haciendo todo el rato.

- Diecisiete tíos de experiencia dirás. Deberías estar desnegada ya respecto a tu hermana, Anderson- respondió con el mismo tono que usé anteriormente.

- Perdona, ¿yo tengo hermana?- esbocé aquella sonrisa que atrás había humillado a tanta gente y ese tono de voz que fue tan peculiar.

Se había pasado todo el rato, desde que llegué sin moverse y barajando o no sé que haciendo con unas cartas de poker junto a él sobre la cama, pero al pronunciar esta última frase, las dejó sobre la cama y me miró.

- Vaya, pero si eres Elizabeth, pensaba que eras una perdedora llorica que ha estado paseándose por la ciudad desde hace tiempo- exclamó incluso con un ápice de alegría diría.

- ¿Si?- no dejé en ningún momento de sonreír de tal forma, aquello parecía una iglesia, la ironía, el sarcasmos y sobretodo la hipocresía predominaban- Vaya, yo vi a otro en la azotea del W que se fue con el rabo entre las piernas y sus palabritas de amor metidas en la boca, ¿curioso, verdad?

Ahora si, había dado en orgullo de Gerard Piqué de lleno, ¡Oh yeah!, se levantó y se acercó tanto a mi cara que pude notar su respiración.

- ¿Y luego lloras que por qué no te quieren ni ver?- dijo en tono amenazante.

- Cabrón- mi sonrisa se borró de mi cara al oír aquello. Sabía a que se refería- Caes demasiado bajo, Geri- volví a dibujar una línea curva son mi boca- No soy como tú- le recordé.

Echó a reir.

- Eli, Eli, Eli… sabes que siempre serás como yo… o espera… peor- sonrió imitando mi sonrisa- Yo no vendo a mis amigos.

- El limite de mi paciencia está muy cerca y tú lo conoces, estimat- imité ésta última palabra en el mismo modo de cómo lo dijo la que supuse que fuera su novia.

- Veo que recuerdas a Nuria, simpática eh- esbozó una grandísima sonrisa. Hijo de puta.

- ¿Nu… Nuria?- mi sonrisa volvió a desaparecer.

Gerard Piqué no iba a destruir nunca más a Elizabeth Anderson.

- Claro, igual que Fernando.

Nos quedamos callados unos minutos, aquello iba a ser una bomba nuclear como siguiera así, destrucción por parte de ambos, ¿pero sabéis qué? No me importaba en absoluto.

- Ay, ay, ay- comencé a dar vueltas por la habitación- ¿Me echas en cara lo de la apuesta, pero… has pegado a tu mejor amigo, a Abby y luego para colmo lo de tu hermano, ¡bravo!- aplaudí.

- Eli, estimat, que puta en el diccionario se busca por tu nombre- sonrió mostrando sus impecables y brillantes dientes.

- Oich- simulé que me había herido- ¿crees que me afectan a estas alturas tus palabras?- miré hacia sus partes- ¿... picha corta?

Rió a grandes carcajadas.

- Creo que deberías de saber de lo que hablas antes de decir nada.

- Cierto, debería preguntar antes en el prostíbulo de mi hermana.

- Cuanto daño me haces, Eli- simuló tristeza.

- Pero te lo haré, y sabes que siempre cumplo mis promesas.

Me acerqué a él de forma provocativa hasta quedar a un par de centímetros quizás de su cara.

- Sabes que lo haré- susurré.

Él no dijo nada, pude sentir como luchaba contra la atracción de impulsar sus labios contra los míos.

Inesperadamente al cabo de pocos segundos tras eso me cogió bruscamente tirándome hacia la gran cama de matrimonio que presidía su habitación.

Cuando estaba a un milímetro no más, dispuesto a besarme hice lo que cualquier mujer desearía hacer.

- Geri, no más fantasmas- esbocé de nuevo una sonrisa sarcástica.

Cuando se impulsó para besarme aproveché esa misma inercia para echarle al lado de la cama y me levanté saliendo de allí, dejando tras de mí el orgullo de Gerard Piqué pisoteado.

No pararía hasta verlo hecho cenizas.

- ¡Eh!- oí gritar cuando salí de la habitación y estaba a unos cuantos metros en línea recta del ascensor.

- ¿Qué pasa tío?- decían otros extrañados.

- ¡ELIZABETH!- chillaba como un loco enfurecido.

Sonreí, aquello no era ni el aperitivo, ahora iban a saber quien era Elizabeth Anderson.

0 comentarios:

Publicar un comentario