sábado, 9 de octubre de 2010

Capítulo treinta y tres

- Me encantas- decía mientras posaba mechones de pelo suelto- y despeinados- tras mi mi oreja

- ¿Has pensado ya cuándo será la boda?

- ¿Que te parece mañana mismo?

- ¡Tonti, ojalá, pero en serio!

- Bien, ¿Mayo?

- Genial- le besé- ¡me voy que he quedado con Elizabeth!- Me levanté y enrollé una sábana alrededor de mi cuerpo.

Entré al bar del hotel y ví a Beth ya allí con un whiskey en una de sus manos.

- He hablado con Kristine- dijo sin dirigirme la mirada en ningun momento.

- Ay, ¿si?

- Si, vendrá a Nueva York. Va a pasar unos meses en mi loft.

- ¿Ha pasado algo con Nasho?- pregunté inquietada.

Kristine desde que conoció a Nasho cambió mucho: dejó su gran adicción; las drogas, se reformó totalmente por lo que yo la conocía aunque según cuenta Elizabeth antes de yo conocerla era muy distinta, más aún de cómo estaba en el presente.

- No, no creo, bueno..- dudaba sin dejar de remover el hielo realizando pequeños movimientos angulares- no lo sé.

No dije nada más, sé que sabía algo pero no me lo quería decir.

- ¿Has tardado mucho, no?- esta vez si me miró y levantó una ceja de forma picaresca.

- Es que no encontraba la llave para..

- Abrir a Sergy, ¿no?- rió y yo con ella pero de forma avergonzada, siempre me pillaba.

- ¡Guarri! ¿Y Fer?

- …- se limitó a no contestar y a dar un gran sorbo, decidí entonces dejarlo para otra ocasión- ¿Cuándo sale el avión?

- Mañana a las 12:30.- Puff- bufó- que pereza- se recostó sobre la barra- ¡Otro whiskey con hielo!- alzó la mano refiriéndose al camarero.

- Chs, mañana no nos mandes callar porque tengas resaca, eh- advertí de antemano.- Jooder.

Como siempre, como todas las noches- exceptuando las que se iba con algún hombre a su apartamento y acababa llevándole él- tuve que acabar cargando con ella esta vez – por suerte- solo hasta su habitación contigua a la nuestra. Esta vez solo eran veinte pisos, en ascensor, lo peor era cuando tenía que llevarla desde Wall street hasta Upper East Side donde ella vivía, descalza y medio desnuda.

- ¡Eeeeeeeeeeeeeeeeeeesto es unaaaa MERDA!- apenas se le entendía e intento o eso supongo hacer un vago esfuerzo en hablar catalán, aunque su estado no le acompañaba mucho en la pronunciación.


Siempre igual: borracha, medio desnuda con el vestido o falda descolocada y descalza.

Pero creo que aquella noche, el motivo de su borrachera no era por el estrés del trabajo y me hacía una ligera idea de que se podía tratar.

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