- Mi.. mi.. ra- le mostré el pañuelo que acababa de usar.
- Abby, ¡que pasa! Por qué chillas- dijo con una voz aún débil y triste.
- No lo sé.. solo he..
- ¡AAAAAAAAAAAH! Abby, ¿que te ha pasado? tu nariz- señalaba asombrada.
- ¿¡QUÉ!?- corrí hacia el baño nerviosa, con miedo, la sangre me mareaba, aunque solo se me hubiese reventado la nariz- ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!- volví a chillar.
- ¡Eh! ¿que pasa chicas? Que se os oye desde el ascensor, esto parece la casa del terror- pude oir como Sergy entraba a la habitación.
- A Abby se le ha reventado la nariz- oí como Beth informaba a éste último.
- ¿Que te ha pasado cielo?- vino Sergy hasta el cuarto de baño donde me encontraba y mientras yo me observaba y limpiaba la sangre, él me rodeaba con sus fuertes brazos.
- Sangre- musité como si de una niña pequeña se tratara.
- Hey, hey, ya, y..- me cogió y me giró hasta él y hundió mi cabeza en su pecho y me envolvió entre sus brazos- ya, ya, ¡no seas niña, tonta!- me besó en la cabeza aliviandome así.
- Bueno.. yo.. creo que... me voy al bar- se excusó malamente Elizabeth para dejarnos a solas. Nunca se le había dado bien las excusas.
- Ella y su sutileza- reí.
Él acompañó mi risa.
- ¿Hubieras imaginado esto?- preguntó después unos largos minutos en silencios y sin dejar de abrazarnos.
- Mm- me burlé de él, haciendole así rabiar- en realidad me veía casada con un famoso cantante o futbolista y llenísima de dinero y sirvientes- reí.
- Pues vete con tu famoso y déjame a mi. ¿Qué estúpida va a querer estar conmigo, no?- dijo bastante molesto soltándose de mí a su vez- me voy, porque aquí no pinto nada- A esto me refería con imprevisible.
- Creo que yo soy esa estúpida de la que hablas, y no seas tonto, nunca me arrepentiré de lo que pasó, ni de lo que va a pasar cuando comparta mi vida contigo.
Apoyó su cabeza frente a frente contra la mía. Estábamos tan juntos-físicamente- que incluso podía oir sus latidos; algo acelerados, pero constantes sin cambios. Agarré su barbilla con mi mano derecha y junté mis labios con los suyos. Él apasionado me siguió, em agarró por la cintura, comenzó a subir su cálida mano por debajo de la camiseta que llevaba, llegando así a la parte superior de mi espalda, me levantó y así me llevó hasta la habitación, donde seguramente nos encontraríamos más cómodos.
Barcelona era una ciudad cálida, al igual que el país donde se encontraba: España, pero había mucha humedad, haciendo así de ella un tiempo muy extraño del que, cuando viviera allí seguro que me acabaría acostumbrando. Pero dentro de aquella habitación no había humedad, el ambiente se iba calentando cada vez más..
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