lunes, 27 de septiembre de 2010

Capítulo treinta y uno

Aquella mañana estuvimos visitando lugares donde poder organizar la tan deseada boda, finalmente nos decantamos por unos jardines a unos cuantos kilómetros de distancia de Barcelona, aunque lo carismático de aquella provincia era que todas las ciudades estaban muy cercanas unas de otras. El único problema que hubo es que tendría que ser cinco meses más tarde. Me pareció una eternidad.




- ¿Que te ha parecido Barcelona?- me preguntó mientras yo terminaba de comer el último pedazo de hamburguesa Mchicken.


- ¡ Me encanta!- extendió su brazo hasta mí, retirándome así un mecho mal colocado que se interponía entre mi ojo izquierdo.

- Como tú a mi- sonrió.





- ¡ Elizabeth, ya he llegado!- anuncié mientras entraba por la puerta de la habitación. Las luces estaban apagadas y la única luz que veía era la que irradiaba el televisor. Me costó unos cuantos segundos conseguir localizar si había alguien en la habitación, pero finalmente la vi; estaba allí tirada junto al sofá, delante de la televisión y aferrándose a un cojín con fuerza- Eli, ¿que pasa?- tiré por ahí las bolsas que acababa de comprar en el "Passeig de Gràcia" y me acerqué corriendo hacia donde estaba.

- Se..s-se.. va- susurró mientras se le quebraba la voz.

- ¿Quien?¿donde?!

- Fer, mire- respondió con una lágrima chorreando por su mejilla y señalando ala televisión. Cojí el mando de la televisión y subí el volumen.

Me costó descifrar que decían los reporteros, solo pude entender pocas palabras sueltas.

- Si, Pedro, parece ser que el _ Fernando Llorente _ Athletico de Bilbao ha decidido _ el club _ a Alemania al Club de __ - Solo logré descifrar algunas de esas palabras en español y a continuación comenzarón a poner imágenes de Fernando por su estancia en partidos y entrenamientos con ese club, y también como en aquel mismo momento otro reportero de esa cadena de televisión estaba en directo con el Aeropuerto de Barajas de Madrid disponiendose a subir a su vuelo de Alemania, apagué la televisión.

- Dios, Beth, yo...

- No digas nada- hundió su cabeza en el cojín que sostenía.

Preferí dejarla sola y no decir nada más.

Me dirigí a mi habitación, aquella habitación de hotel eran de las mejores que había y por lo tanto era de las más amplias, disponía de un gran especie de salón y dos distintas habitaciones con dos cuartos de baño en cada de esas habitaciones.

- Eli, ¿donde están mis..- estonudé sin poder terminar la frase, y con suerte de que tenía una pañuelo en la mesita que estaba junto a la cama me limpié- ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!- chillé tan alto como pude.

Tan rápido como pudo Eli corrió hacia donde yo estaba.

- ¡QUE PASA!

lunes, 20 de septiembre de 2010

Capítulo treinta

- ¡Abby! ¿Sabes donde están los papeles que estaban encima de la mesa de aquí?- gritaba Elizabeth desd lejos terminaba de pegar el sello y la carta rumbo a Inglaterra.

- No tía, ¿Por qué?- salí de mi habitación con la carta en la mano.

- ¿Qué es eso?- analizó fijamente que sostenía entre mis manos. Rió- ¿ Es para...?

- Sí.

- Estás loca- echó la vista al cielo que se podía observar a través del cristal del balcón-¿por qué ahora?

- No lo sé. Le he puesto lo de Sergy. Bufó y se volvió a su estudio. Me salí al balcón. Desde allí podía ver toda Barcelona.

Podía ver desde las mejores zonas de aquella gran ciudad hasta las peores, donde era notable la carencia de dinero. Pero un silvido llamó mi atención.

- ¡Cielo!

- ¡Sergy! ¿ya?- me extrañé, que rápido pasaban las horas- ¡espera, ya bajo!- me dedicó una sonrisa desde la calle, donde se encontraba.

Cojí mi bolso, mi abrigo y sin olvidarme, la carta, la cual guardé en un bolsillo que estaba por dentro del abrigo, por si las moscas. Sergy era imprevisible.

- Pero bueno, ¿que hacías ahí?- me besó y sonrió con esa sonrisa tan suya.

Había cambiado mucho.

O quizás nunca había sido como yo creía.

Ahora era más alto, quizás rondaba el metro ochenta, tez blanca y su pelo era de un negro intenso, tal que sus ojos lo acompañaban, mucho más musculoso y comenzó a practicar hace un par de años Judo.

Meses después de que Francesc se marchase, en verano sucedió algo inesperado; una noche loca con él.

Y juro que nunca me arrepentiré.

- Quiero que Beth sea una dama de honor, ¿que te parece?- le pregunté sin dejar de soltar a su musculoso brazo del que me aferraba. Me miró.

- Estupendo- sonrió.

- Pensaba que no querrías- bajñe la mirada al suelo.

- Para nada, también puede venir su amigo.. ¿Fernando, se llama?- le sonreí.

- Te quiero- me incliné y le besé tiernamente la mejilla.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Capítulo veintinueve

Estimado Francesc:

¿Sabes? Me ha costado Dios sabe cuanto escribirte esta carta. Encontrar las palabras perfectas o mejor dicho, adecuadas especialmente para tí.

Y es que he estado todo este tiempo y me he parado a pensarlo. Si. Fuiste un capullo, un niñato y un grandísimo hijo de puta. Después de todo este tiempo ni siquiera sé si esto lo recibirás o si estarás vivo o algo, pero al menos me desahogo.

Aolo quiero que sepas algo: ¿de verdad creiste que después de confesarme que me tomaste el pelo, humillaste delante de sepa quien o quienes, con un: ' Eres maravillosa, Abby' ibas a irte de rositas? Creo que me subestimas Francesc Fàbregas.

Pues Francesc, no eras, ni eres tan listo como crees.

Antes de nada; Elizabeth está, estuvo y estará estupenda sin él. Y no, no se lo dije.

Por cierto, ¿con quien capulo hiciste la puta apuesta? ¿Piqué? o.. Sergy se que no. ¡AH! y para tu información, aunque te importe una grandísima mierda; Sergy y yo tenemos planes de boda.

Te invitaríamos, pero no es cuestión de que vuelvas apegar a mi futuro marido y que le dejes con el tabique hecho polvo, tú ya me entiendes.

Pero si te dignas a humillarte, pedirme perdón a mí o a Sergy, o algún regalo de boda similar, también me vale. La celebraremos en España aún con fecha pendiente.

Y... ¿qué decirte?

Que había esperado de tí. Serás un excelente centrocampista, pero ¿cómo persona? Eres, lo fuiste y serás escoria.

Y de todo corazón;


Te deseo lo peor.



Abby, la que algún día fue tuya.

xxx

New York City, 2016.

martes, 7 de septiembre de 2010

Capítulo veintiocho

Querida Abby:


¿Cómo te va todo? Espero que muy bien. Siento mucho que sea ahora, después de un año cuando vuelvas a saber algo de mí. Lo siento mucho.


Te escribo esta carta porque creo que te lo mereces, no por un e-mail, ni por telefono, creo que esto es más cordial, lo he aprendido por aqui. Creo que la forma en que me despedí de tí no fue la más adecuada.. ni siquiera sé si se le puede llamar a eso despedida. Y la es que no quería que fuese así. Es cierto, y no, no soy un cínico. Todo el tiempo que llevo aquí en Inglaterra he pensado sobre esto y creeme; me siento un auténtico capullo y sobretodo pienso que me comporté como un niñato.


Pero antes de todo quiero, si no me quemas esta carta antes que le digas algo a Eli. Dile que la echa mucho de menos y que no haga caso a lo que pueda llegar a escuchar, que aunque no lo diga sé lo que siente, y sé que siempre lo sentirá, deséale de mi parte que sea feliz. También dile que una petite fleur nunca se marchita. Ella sabe de que hablo.

También dale recuerdos a Kristine, y dile que se deje esas mierdas suyas, y que echo de menos sus pequeños cortes o cuando me llamaba 'chupacabras'.

¿Habéis cambiado mucho? Espero que no, porque ellas eran como nadie, y tú.. te conoci en pocos días, escasos mejor dicho, pero, de verdad, creo que eres muchísimo mejor que todas las chicas que he conocido, y creeme una chica americana como tú no es comparable a las repelentes y estiradas inglesas de aquí.


No sé como decirte esto, creeme, es muy duro, pero tengo que afrontar lo que hice.



Bien...


¿Recuerdas la razón por la que nos conocimos? No, no. No digo la primera vez en el Charlestown. Quiero decir más íntimamente.

Lo que quiero decir es que.. no hubo ningún momento que estubiese enamorado de tí, los besos que te daba no eran sinceros, las caricias, los susurros.. todo fue mentira. Ódiame, hazlo. Sólo... sólo fue un puto juego, una apuesta de niñatos.. Lo siento de verdad, Abby.

Y creeme, no te mando esto para reírme de tí ni nada parecido. Te lo cuento porque, como he dicho antes te lo mereces, creo que eres una persona sincera y maravillosa, que en ningún momento te merecistes que jugara con tu corazón.. con tus sentimientos y menos sabiendo que sentías algo por mí. Y también te confesaré que el día que sucedió aquello con Sergy.. él solo iba a confesarte que algo pasaba, y.. por esa razón a los pocos días Sergy no apareció y más tarde tenía aquel aspecto, aquellas heridas.. y todo el daño que hice fue.. por.. ni merece que lo diga. Puta ambición.

Abby, quiero que ésto, si esque llegas a terminar de leer la carta lo leas atentamente;

eres la persona más maravillosa, estupenda y preciosa que jamás habrá conocido América.

xxx Francesc Fàbregas.



Inglaterra, Londres A 22 de Noviembre, 2012



.




Quería dedicar especialmente este capítulo a Alba Benitez por volver a la pesada rutina de cada día y por gran lectora de mi fic, y darle las gracias porque le entusiasme tanto.

att: Elebegex.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Capítulo veintisiete

17 de Noviembre, 2012.

- ¡Joder hermano! veeenga por Dios- suplicaba Kristine a Beth.

- ¡Que no! le prometiste a Nasho que lo harías! se acabaron las drogas para siempre- agitó el móvil de Kristine, mostrándole así el fondo de pantalla en el cual salía con el en aspecto muy cariñoso. La mirada de Kristine bajó al suelo.

- Vale, vale!- levantó al mirada y dijo más animada y sonriendo- Pues voy a dibujar- añadió con un gesto de indiferencia.

Era increíble como Kristine a partir de conocer a ese chico cambió completamente, pero sin dejar de ser ella misma.



- ¡Vamos Elipower!- acompañó Kristine con un rápido movimiento de cejas- ¡cuéntanos que pasó ayer en tu casa con John!

-¡ Eso, eso!- me animé al fin y me incorporé a la conversación después de observarlas como hablaban de cosas que en el fondo ni me iban, ni me venían. Esa tarde la pasamos en casa de Beth.

- Pues..- alzó la vista al cielo y se tumbó sobre su cama- es... como nadie- agudizó su voz.

- ¡Joder hermana, parece que te ha Navaseado, eh!- le dió un pequeño codazo.




Dos días más tarde, Beth y yo fuimos a un muelle situado a las afueras de Boston, por donde un pequeño riachuelo.

- ¿Sabes? Si una cosa he aprendido es que el tiempo no tiene demora, pasa y pesa..- dijo ella rompiendo el calmado silencio que había entre nosotras.

- ¿Te refieres a...?- pregunté dubitativa.

No respondió. No dijo nada, pero supe que hablaba de él. Ya hacía un año que se había marchado, y Beth, también había cambiado.




Solo quedaba una semana de clase. Kristine se iria a Francia a estudiar fotografía con Nasho- él también lo iba a estudiar, eran tal para cual-¿ y Beth? se iría a Nueva York a estudiar empresariales y quizás algún curso de algo interesante.

.. ¿Y yo?. Yo estaba perdida en un laberinto de tinta.


22 de Noviembre, 2012

Solo dos días más. y yo aún no tenía ni idea de que hacer con mi vida. Aunque desde hacía un año mi vida había perdido el rumbo.

- ¡Hay una carta para tí, Abby!- entró gritando en un descanso de clase Marissa, que se encargaba del correo de allí- ¡Es de Cesc Fàbregas!

domingo, 5 de septiembre de 2010

Capítulo veintiseis

- ¿Qué anhelas?- paseé mi mano por su rubio pelo bajando hasta su mejilla donde pude notar su también rubia barba incipiente.

Dejo de mirarme y levantó la mirada hacia el horizonte, pese a esto no separó ni un centímetro su cuerpo del mío; el cual seguía tendido encima del mío apoyándose encima de sus brazos contra el suelo.

- Un momento que dure eternamente- dijo al fin.

- Nada es eterno.

No dijo nada más, se echó al césped, quitándose así encima de mi.

- Ya.. y todo tiene un final- asentí. Estaba de acuerdo con él.


- ¿Qué ha pasado con Cesc?- pregunté finalmente después de estar intrigada todo el fin de semana.

- Nada- respondió rápidamente tajante.

- Gerard, por Dios, ¿nada? algo pasaría después de pegarle de esa manera.

- ¿No te puedes quedar callada? Con lo bien que estábamos- bufó, sentado arrancando césped y observándolo como si fuera la cosa más interesante del mundo.

- Ves, lo siento- a duras penas me levanté. Con la caída que Gerard me había provocado, 'caida' más bien me había tirado él, me doblé el tobillo- esto ha sido una mala idea, tú lo has sido. Mira mejor; no hemos existido nunca el uno para el otro.

- Joder, Eli, espera- se levantó tras de mí, el machito ibérico ya se había calmado. Desde luego los españoles funcionaban a base de impulsos.

Tenía que despedirme de Cesc, se iba para siempre; y al fin y al cabo... había ganado.

- ¿Para qué? No me hace falta que me dobles el otro tobillo- dije sin nisiquiera mirarle, seguí andando con una leve cojera intentando salir de allí antes de que volviera a enfadarse o algo así.

Me cojió por el codo y me giró; una vez en frente suya bajó su mirada a mis pies- al igual que yo- mi tobillo que podía verse debido a que vestía una falda por encima de la rodilla, estaba comenzando a ponerse morado e hincharse.

- Eli..- me cojió por la muñeca, ésta vez con delicadeza.

- ¡Suelta!- aparté su mano de mi muñeca de una manotada.

Y por fin conseguí alejarme de aquel sitio, el cual no volvería a pisar nunca más.


Conseguí pasar por los troncos viejos y hechos pedazos que había por allí y evitar pincharme o meterme en alguna zarza. Aquella zona estaba totalmente abandonada, antes fue un almacén donde gimnasia. Si, donde solían guardar pelotas, redes, y esas cosas. Recuerdo cuando solía ir con Kristine ahí a hablar de nuestras cosas. Buenos tiempos, sin duda. Desde entonces Kristine había cambiado mucho, hacía ya cuatro años de eso.

- Joder, ¡que asco! Capullo- maldecí al rubio de metro ochenta- mi pie- me quejaba sola en voz alta. Suerte que no había nadie por allí- Siempre igual- bufé.

- Sabes que siempre serás así- oí por detrás de mí y seguido a ésto me vi en brazos de Gerard.

- ¡Qué haces!- grité dando patadas al aire.

- ¿Evitar que te jodas más el pie?- guiñó un ojo- Además de que hubieras llegado, Cesc ya estaría en Inglaterra- transcurrió la conversación mientras saliamos de aquella parte abandonada del Charlestown.

Todo el mundo comenzó a mirarnos asombrados, otros no sé por qué sonreían, otros con recelo.

- Por qué siempre tenemos que montar escenas en público..- me lamenté- Siempre- puntualicé.

- Porque simepre hemos sido así.

Estiré mi mano sobre su pecho creando así una distancia entre nosotros.

- Pues no quiero ser así- sentencié observando fijamente sus duros ojos azules.

- En el fondo sé que te encanta.

- No me conoces- no respondió, se limito a esbozar una media sonrisa.


El bullicio de gente había desaparecido. ¿Ya se había ido? Mi expresión cambió de molestia a decepción y tristeza. Miré a Gerard; ¿su expresión? Ninguna.

Volví a mirar donde antes estuvo el bullicio de gente y atentamente pude observar como Cesc estaba sentado apoyando su espalda contra el gran árbol y con una mano sujetando su cabeza. Sin decir nada hice hincapié para bajarme de sus brazos, esperé algun tipo de resistencia, me equivoqué.

Anduve- como pude- hasta donde se encontraba Cesc. Me acerqué a él y sigilosamente me arrodillé en el césped y le abracé. Él no se inmutó.

- Te voy a echar de menos, Cesci- le susurré al oido.


Me aparté de él y le miré a los ojos. Llevaba esperando aquella oportunidad diecisiete años; en el momento en que Francesc Fàbregas nació, nació una estrella del fútbol. Y ahora que ese momento había llegado, sus ojos no mostraban alegría, sino.. desesperanza.

- Ganaste- afirmé sonriendo. Busqué en el bolsillo de mi chaqueta y cojiendo su mano, deposité en ella una llave.

- No, no he ganado. Nada. He perdido.

Su mirada pasó de mirar al suelo a mirar al este. Perseguí su mirada y pude ver a Abby escondida aparentemente detrás de un árbol observando la escena.

Me levanté y sin soltarle la mano cerrada donde llevaba lo que le acaba de dar, le estiré hacia arriba.

- Vamos, no creo que tu padre espere mucho más, ya sabes como es- le guiñé un ojo y sonreí amargamente.

Y allí fue.


Apoyé mi cuerpo de forma lateral contra el gran árbol y observé lo que probablemente fue la escena de un amor más triste que pudo haber existido.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Capítulo veinticinco

- ¡Au! me haces daño-seguía llorando. Hice caso omiso a sus lamentos de cría pequeña.

Llegamos al parque, si se le podía llamar así. Estaba situado tras el antigüo almacen junto al pabellón, aparté unos arbustos con mi mano derecha mientras con la otra sujetaba su frágil mano. Una vez accedimos allí en un impulso estiré mi mano izquierda con la que le agarraba a ella, tirándola así al césped cayendo de esta manera de forma lateral, se reincorporó sentándose con las piernas cruzadas frotándose la muñeca que yo le había agarrado.

- No dramatices, Elizabeth- escupí enfadado. Me pasé las manos por la nuca subiendo a su paso hasta la parte de arriba de la cabeza. Aquello me podía- Estic fins als collons- terminé por susurrar.

- Gerard..- susurró al fin. No me atreví a mirarla.

- ¡NO!- terminé por mirarla, crucé los brazos- vamos, dime lo que ibas a decir.

Esperó unos segundos y torpemente se levantó, aunque pude notar como su pie derecho no iba al compás de sus movimientos, le costaba moverlo; no me extrañaba con esos tacones.

- Eres lo peor que ha podido pasar en mi vida- qué novedad- ¿y sabes? Te puedo jurar que no derramaría ninguna lágrima por tí si te murieses- habló al fin, no me esperaba que fuera a decir eso, ni mucho menos.

Repasé con mi lengua toda mi dentadura mientras mantenía la boca cerrada. Me repetí mentalmente una y otra vez esas palabras para mí mismo. Yo también podía jurar que Elizabeth Anderson era la mujer que mas daño me había hecho psicológicamente.

No recuerdo muy bien, pero mi siguiente reacción fue totalmente impulsiva, solo puedo recordar perfectamente la rabia corriendo por mis venas; volví a empujarla al césped echándome yo ésta vez encima de ella apresándole por las muñecas contra el suelo. La rabia aumentaba cada vez que miraba sus grandes ojos marrones de largas pestañas. Frené mis impulsos recordando las palabras de mi padre: ' Los impulsos se miden mediante sentimientos, el arrepentimiento mediante dolor'.

- Gerard.. Gerard- inútilmente hacía fuerza con sus frágiles brazos intentado impulsar mi pecho para apartarme del suyo- Por favor, quítate. ¿por qué haces esto?

- ¡Por qué cojones lo hiciste tú!- grité, aprentando más mis dedos contra sus muñecas- ¿ No puedes pararte a pensar en alguien que no seas tú misma? Si mucha gente supiera como eres, creeme que estarías sola, como acabarás. Pobre Abby- bufé- ¿tú te haces llamar su amiga? ¿TÚ TE HACES LLAMAR PERSONA?- ví entonces como una tímida lágrima escurrió por su mejilla- ¿Donde está la tímida Elizabeth de ese primer día de clase? Aquella que tímidamente rozó su mano con la mía. Esa chica coqueta aunque algo torpe..- pasaron no sé si segundos, minutos callados- ¿donde esos ojos risueños?¿esa sonrisa que iluminaba las más apagadas calles de Boston?

- Todo eso se ahogó en un mar de lágrimas...- echó a llorar de nuevo.

- No seas dramática, Elizabeth, son ya años.

- Cómo eres capaz de ser tan frío, te desconozco- recobró la compostura, levantando el torso del suelo, cuando yo descuidado dejé de hacer fuerza, recorrió con su dedo índice el recorrido que sus lágrimas habían hecho limpíandolas así. Quedamos entonces en la posición de ella sentada y yo rendida a su cuerpo, me intimidó. Una vez más.

- No soy perfecto- confesé- Mary lo sabe.

- Gerard..- me agarró con su pequeña mano por la mandíbula- Mary, no sabe nada, absolutamente nada de tí, por no saber no sabe ni andar con tacones- no pude reprimir esbozar una leve sonrisa- No te voy a decir que lo eres. No soy una hipócrita y lo sabes, pero creeme cuando te digo que nadie es perfecto. Lo que yo digo esque no creo en las personas normales; lo que yo creo es que todos somos especiales. Y sinceramente espero que Mary y tú seais muy felices con hijos o lo que sea-apartó la mirada al suelo- pero lo que quiero es que me recuerdes, que no se te olvide que he existido- posó su dulce mano sobre mi clavícula, tocándo así un collar que colgaba de mi cuello, el cual siempre escondía bajo las camisetas- por favor...-terminó por decir.



Mi cuerpo tendido sobre el césped malcuidado, pero siempre verde por el agua que caía en invierno, el tacto de su piel y su besarme de tornillo es lo que quiero ser testigo. ¿Y el olvido? Escondido en un bolsillo.